lunes, 17 de enero de 2011

We used to be friends

Veniamos caminando las dos en exactamente la misma línea, pero en direcciones opuestas. Como los yanquies que juegan a “chicken”, a ver cuál de los dos autos arruga primero. Asi me sentí. Ella no solo no arrugó, sino que, mientras yo la saludaba educada, pero fríamente,  me abrazó como si estuviera todo bien y siguiéramos siendo – si alguna vez fuimos – best. Dale.

- Justo pensaba en vos, siempre que salgo pienso, “ojala me la cruce”. Te iba a llamar
- Aha. ¿Dónde te mudaste? -  Lease: Flaca, si me queres llamar, me llamas.

Todo lo que hubiera dicho, no lo dije por una simple razón: no me interesa. No me interesa pelearme. No me interesa amigarme. No me interesan explicaciones, ya no. Un abrazo y un “tenia toda la intención de llamarte”, es too Little, too late.

Me dice que salió a caminar, que recién llegó de Uruguay y tenia ganas de caminar por el barrio, que la acompañe. Bien boludaza yo: “voy para el otro lado, pero si queres acompañame” ( WTF?).
Es una de esas chicas hippies, que estudian en Puan, veganas, que se rehúsan a depilarse, y que por todo eso se creen moralmente superiores a todo el resto de los mortales. Resulta que al final son como  los  religiosos que se la pasan rezando, pero en la vida son unos conchudos egocentricos. He dicho. Para ser fiel a su narcisismo, la “conversación” durante las siguientes 2 cuadras consistieron en ella comunicándome sus cosas: que tiene 2 cobayos, que se encontró con mi mejor amiga en Cabo Polonio, que se quiere ir a Cordoba, que la Capital es muy acelerada, blah blah blah blah

Le recomendé una película y la alquiló (Si, una buena, ni siquiera me importo lo suficiente como para cagarle 2 horas de su vida). Las cuadras de vuelta fueron casi las más largas de mi vida. Le rezaba a la esquina de mi casa que se acerque más rápido. Llegó la esquina:
- ¿Estas apurada o queres subir un rato?
- Estoy apurada, me tengo que cambiar y salgo (menos mal que tenia planes, con lo mala mentirosa que soy).

La saludo con un beso, frio de nuevo, y le digo “hablamos”. ¿¿¿HABLAMOS??? Me sentí como Chandler y esos hombres que después de una cita desastrosa dicen “we should do this again, I’ll call you”. Yo digo que no hablemos nada. Caradura.

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